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Grandes verdades |
No puedo más que dejaros esta viñeta que publicó Patricia Conde en su blog de Hola.com. Me parece muy realista. Lo que vemos desde fuera -o lo que nos cuentan- lleva en sí mucho trabajo. La madre perfecta no existe. Es duro, durísimo, criar un bebé hasta los tres o cuatro años. Y luego tiene su recompensa. Antes también, claro. Es increíble y fascinante ver cómo crecen, aprenden sus primeras palabras, sus sonrisas... Es lo más de la vida. Pero es un trabajo. El más gratificante, por cierto, que he tenido hasta la fecha.
Muchas veces vemos a esas mujeres perfectas. Justo como lo eras tú antes. Antes de tener al bebé, claro. Y las miramos con envidia. No miramos más allá de su aspecto. Están peinadas, maquilladas, duchadas, depiladas... Te miras a ti misma. Ves las botas sucias por la lluvia, no te pintas desde hace tres días porque tienes principio de bronquitis -último virus traido a casa por el angelito- y las ojeras hacen mella en tu piel cetrina. El pelo, como sea, camuflado, sobre todo. Sin pasar por el tinte, escondiendo la grasa entre horquillas. La ducha, corriendo de última hora. ¿Cuándo ha sido la última vez que has comido algo caliente que no fuera de sobre o de lata? Y así podría seguir...
Adriana tiene dos años ahora. Todo eso está comenzando a pasar. Está convirtiéndose en una niña preciosa y deja atrás al bebé redondito que fue. Es una nueva etapa. Muy bonita, también. Quizá a mí me guste más.
Yo tengo un truco. Cuando veo a esas mujeres "perfectas", me pongo una fecha y una tarde para salir, ver a todo el mundo y pintarme, peinarme, darme mascarilla y ponerme unos tacones. Esa tarde o noche todo son cumplidos. Y se me sube la autoestima. Aunque no haya cumplidos. Ese día me siento genial. Sé que esto lo hacen muchas más. Y es estupendo.
Nadie es perfecto. Ni por fuera, ni por dentro. Cuando esa noche llego a casa, me desmaquillo. Me pongo la crema. Tengo la suerte de que papá durmió a la niña. Cojo una revista, sí de esas tan bonitas, con la ropa ideal y las tendencias de última moda. Me dejo transportar hasta que me vence el sueño. Y pienso en que todo está en orden en mi vida. Mi familia duerme arropada, la luna resplandece fuera... Voy a su habitación. Miro su carita relajada, sus labios de querubín. Y me siento muy, muy afortunada. Regreso a la mía. Caigo en un profundo bienestar y me duermo... hasta la próxima tos...